Elaborado por Jorge Alberto
Reyes López
Facultad de Filosofía y Letras,
UNAM
SUAYED / Pedagogía
volknimie@gmail.com
Recordemos ante todo que
estamos en un curso de Filosofía de la educación. Lo que esto quiere decir es
que nuestro concepto fundamental no puede ser otro que el de educación, pero
ojo, el concepto de “educación” será ahora visto a la manera en como lo hace
una reflexión filosófica (y no como lo hace la sociología, la psicología o la
historia). Es muy difícil ofrecer una definición unívoca sobre aquello que
denominamos “filosofía”, puesto que no hay Filosofía sino filosofías, es decir,
distintas maneras de preguntarse por los fundamentos de la vida
histórico-social del ser humano. Cada
escuela de pensamiento tomará una posición dialéctica (es decir, de discusión y
argumentación) frente a determinadas tesis filosóficas; no es lo mismo la tesis
de la escuela cínica (de Diógenes de Sínope) que sostiene que el fin de la vida
o la felicidad consiste en el rechazo de los convencionalismos y normas morales
de la sociedad frente a la escuela estoica (sobre todo con Séneca) que sostiene
que el fin de la vida está en el cumplimiento sumiso de las normas e
instituciones existentes (que han sido impuestos por la Razón del Universo o
Lógos), es decir “vivir de acuerdo con la naturaleza (con lo dado tal como es o
existe)”. Las escuelas filosóficas han debatido entre sí los alcances y límites
(metafísicos, epistemológicos, éticos y políticos) del seguimiento de sus
respectivas tesis. Pero esta “lucha de los sistemas” (para usar la expresión de
Nicholas Rescher) es una característica esencial del quehacer filosófico, de su
polifonía (de sus distintas voces) y del obligado diálogo que debe prevalecer
sobre el fin de la vida humana, sobre los modelos e ideales de vida, sobre los
valores e ideas que conducen cada día nuestras acciones en un sentido o en
otro; la filosofía es encuentro en el desencuentro, en la toma de postura
crítica frente a la hecho mismo de la existencia humana, haciendo explícito lo
que estaba implícito en el lenguaje de uso cotidiano (donde se habla de
“justicia”, “amistad”, “finitud”, “libertad”, “destino”, “felicidad”,
“valores”, “pasiones”, “maldad”, etcétera) a través de una reflexión que
analiza lenguaje (particularmente a los conceptos más universales del lenguaje
común como los ya señalados), llegando incluso a crear un lenguaje propio, esto
es, a la creación de un discurso crítico que intenta fundamentar (aclarar racionalmente)
lo que tiene lugar en el transcurrir de los días de una sociedad. El quehacer
filosófico sería, pues, la reflexión teórica y crítica (que “toma distancia”)
sobre los alcances y límites de los conceptos fundamentales de una sociedad o
cultura, es decir, un ejercicio intelectual que se vuelve sobre el contenido
conceptual de las normas, ideas, modelos y creencias de una comunidad
dada.
Ahora
bien, debemos hablar del concepto fundamental de nuestro curso, es decir, del
concepto de “educación”. No olvidemos
que el concepto de “educación” es un concepto histórico (no sólo por lo que
designa sino en tanto que palabra, que en nuestro caso es una palabra
castellana de origen latino: “educación”). Es decir, es un concepto que
condensa los momentos y etapas de una determinada realidad social. El concepto
no es estático sino dinámico, y se va llenando de contenido según sea el
contexto del que estemos hablando (el concepto de educación azteca del 1300
supone un concepto distinto al de esa misma cultura en 1491; así como será
distinto el desarrollo de ese concepto azteca en relación con el desarrollo del
concepto de educación en la civilización egipcia). La educación tiene que ver,
sin embargo, en todos los casos con la transmisión de saberes de una generación
a otra para preservar y desarrollar la cultura existente; pero la educación
también es y ha sido el proceso por medio del cual se cuestionan los valores,
principios y modelos ideales de dicha cultura. La educación es un concepto
contradictorio en cuanto que intenta conservar una realidad cultural al tiempo
que promueve maneras de superarla. Muchas voces se decantan más en el primer
aspecto de esto que decimos, que en el segundo. Pero les pregunto: ¿requerimos
una educación para la preservación de lo que existe en nuestra realidad actual
o por el contrario requerimos una educación para superar la realidad decadente
en la que habitamos y por la que muchas personas son destinadas a la miseria y
a la exclusión? La educación puede ser reproducción del orden vigente (de los
prejuicios y violencia vigentes), pero también puede ser educación para la
transformación de este orden con el fin de renovar nuestra cultura, es decir,
para cambiar nuestras maneras de relacionarnos y de habitar el mundo. ¿Qué
modelos ideales, valores e ideas pueden ayudarnos en esta última tarea? Esta es
justo la tarea de la actividad filosófica que cada quien debe emprender:
preguntar qué modelos ideales, valores e ideas son válidos para lograr el
cambio y al "ser humano nuevo" (que es la meta última de la
formación). Para entender mejor esta dimensión crítica del concepto de
educación les recomiendo leer el libro del gran educador brasileño, Paulo
Freire: La educación como práctica de la libertad (un libro para leer en el
transcurso de su carrera).
Hay un
aspecto descriptivo de "educación" que todos los pueblos de la
tierra, desde que el ser humano es ser humano, comparten entre sí: la enseñanza
(esto es lo formal); pero también existe el aspecto normativo (ideal) del
concepto donde se justifican y diseñan los modelos que delimitan lo que ha de
entenderse por "vida buena", "ser humano",
"hombre", "mujer", "amor", "justicia",
"libertad" y "felicidad", y que son los principios desde
los cuales se derivan o deducen las maneras de educar propiamente dichas (en la
escuela, en la familia y en el espacio social). La actividad filosófica, en
tanto actividad crítico-teórica, cuestionará estos principios normativos para
ver si son válidos o no (para esclarecer racionalmente los alcances y límites
de estos principios normativos) y por
tanto si deben ser o no reemplazados por otros mejores. En este sentido, hay
que afirmar que no hay esencia humana, por lo tanto, el ser humano siempre
puede formarse nuevamente, siempre puede ser otro; o podemos decir que la
esencia humana es la posibilidad de aprender a ser siempre de otra manera. Pero
estas consideraciones sobre la “naturaleza” del ser humano es justo la tarea
teórica que nos debemos imponer en este curso nuestro de Filosofía de la
educación. Sin filosofía de la educación la práctica educativa o el quehacer
pedagógico (como disciplina universitaria) pierden la perspectiva del horizonte
fundamental de la cultura, la historia y la sociedad; se convierten en ciegas
herramientas al servicio del poder en turno (de la ignorancia, la corrupción,
la violencia y el vicio). Ojalá que esta
breve exposición les haya podido dar un poco más de claridad sobre lo que
haremos.
Aclaremos
un poco más. El concepto de "educación" tiene desde luego una
dimensión práctica esencial; hay educación porque las personas se educan día a
día en prácticas sociales concretas. Pero este concepto de
"educación", en cuanto realidad práctica (que relaciona de una
determinada forma a los miembros de una comunidad) contiene en sí mismo una
dimensión ideal o axiológica que son el conjunto de principios, valores,
modelos ideales, ideas que una práctica educativa su-pone (que están debajo
como los fundamentos que orientan y enmarcan la práctica educativa en la
historia). Y este "contenido" normativo del concepto de educación
(que es siempre una realidad histórica) es lo que la filosofía va a cuestionar,
a examinar, a analizar en cuanto a su validez, coherencia y pertinencia. No
obstante, quien filosofa no debe ignorar todos los elementos que entran en una
relación compleja en la realidad social (desde lo neuronal hasta lo colectivo);
pero su intención primera y esencial no será técnica (para fabricar algo),
instrumental (para usar algo), política (para generar consenso en comunidad),
histórica (los hechos en el tiempo) o científica (de cómo es la materia y
cuáles son sus cualidades) sino justamente filosófica (normativa). Veremos que
el quehacer filosófico, que es fundamentalmente teórico, tiene sus propias
disciplinas, tales como la ética, la filosofía política, la antropología
filosófica, la ética, la lógica o la epistemología, pero todos estos campos
teóricos del quehacer filosófico son parte del "contenido" normativo
de una determinada realidad humana (tal como la educación, pero también de
otras dimensiones o instituciones humanas como la religión o la cultura) en
cuanto que analiza sus fines últimos o sus fundamentos ideales (aunque el tipo
de pregunta pueda interesarse más en lo moral, con lo cual se hará ética; o
podrá interesarse en qué es el conocimiento, con lo cual será epistemológica; o
podrá fijarse en el aspecto normativo político de la práctica y será filosofía
política). Pero todas estas preguntas o preocupaciones son filosóficas, esto
es, son inquietudes que se interesan por la dimensión normativa (ideal) de una
práctica social concreta en algún aspecto (moral, político, etcétera). Pero no
es que haga un censo sobre qué valores tiene una juventud (lo que sería una
actividad sociológica de medición), sino que partiendo de esos datos (que debe
saberlos) va a analizar los valores morales de la juventud en cuanto a su
validez, coherencia y pertinencia, con lo cual se estará haciendo no una
prácticamente descriptiva sino una fundamentación crítica (ética,
epistemológica, filosófico-política, estética, etcétera) de los modelos ideales
existentes que están su-puestos en las prácticas sociales pero que la gente ya
integró de manera "natural", inconsciente, cotidiana (sin actitud
crítica).
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