viernes, 1 de mayo de 2020

Relación entre el quehacer filosófico y el concepto de “educación”




Elaborado por Jorge Alberto Reyes López
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
SUAYED / Pedagogía
volknimie@gmail.com


Recordemos ante todo que estamos en un curso de Filosofía de la educación. Lo que esto quiere decir es que nuestro concepto fundamental no puede ser otro que el de educación, pero ojo, el concepto de “educación” será ahora visto a la manera en como lo hace una reflexión filosófica (y no como lo hace la sociología, la psicología o la historia). Es muy difícil ofrecer una definición unívoca sobre aquello que denominamos “filosofía”, puesto que no hay Filosofía sino filosofías, es decir, distintas maneras de preguntarse por los fundamentos de la vida histórico-social del ser humano.  Cada escuela de pensamiento tomará una posición dialéctica (es decir, de discusión y argumentación) frente a determinadas tesis filosóficas; no es lo mismo la tesis de la escuela cínica (de Diógenes de Sínope) que sostiene que el fin de la vida o la felicidad consiste en el rechazo de los convencionalismos y normas morales de la sociedad frente a la escuela estoica (sobre todo con Séneca) que sostiene que el fin de la vida está en el cumplimiento sumiso de las normas e instituciones existentes (que han sido impuestos por la Razón del Universo o Lógos), es decir “vivir de acuerdo con la naturaleza (con lo dado tal como es o existe)”. Las escuelas filosóficas han debatido entre sí los alcances y límites (metafísicos, epistemológicos, éticos y políticos) del seguimiento de sus respectivas tesis. Pero esta “lucha de los sistemas” (para usar la expresión de Nicholas Rescher) es una característica esencial del quehacer filosófico, de su polifonía (de sus distintas voces) y del obligado diálogo que debe prevalecer sobre el fin de la vida humana, sobre los modelos e ideales de vida, sobre los valores e ideas que conducen cada día nuestras acciones en un sentido o en otro; la filosofía es encuentro en el desencuentro, en la toma de postura crítica frente a la hecho mismo de la existencia humana, haciendo explícito lo que estaba implícito en el lenguaje de uso cotidiano (donde se habla de “justicia”, “amistad”, “finitud”, “libertad”, “destino”, “felicidad”, “valores”, “pasiones”, “maldad”, etcétera) a través de una reflexión que analiza lenguaje (particularmente a los conceptos más universales del lenguaje común como los ya señalados), llegando incluso a crear un lenguaje propio, esto es, a la creación de un discurso crítico que intenta fundamentar (aclarar racionalmente) lo que tiene lugar en el transcurrir de los días de una sociedad. El quehacer filosófico sería, pues, la reflexión teórica y crítica (que “toma distancia”) sobre los alcances y límites de los conceptos fundamentales de una sociedad o cultura, es decir, un ejercicio intelectual que se vuelve sobre el contenido conceptual de las normas, ideas, modelos y creencias de una comunidad dada.    

Ahora bien, debemos hablar del concepto fundamental de nuestro curso, es decir, del concepto de “educación”.  No olvidemos que el concepto de “educación” es un concepto histórico (no sólo por lo que designa sino en tanto que palabra, que en nuestro caso es una palabra castellana de origen latino: “educación”). Es decir, es un concepto que condensa los momentos y etapas de una determinada realidad social. El concepto no es estático sino dinámico, y se va llenando de contenido según sea el contexto del que estemos hablando (el concepto de educación azteca del 1300 supone un concepto distinto al de esa misma cultura en 1491; así como será distinto el desarrollo de ese concepto azteca en relación con el desarrollo del concepto de educación en la civilización egipcia). La educación tiene que ver, sin embargo, en todos los casos con la transmisión de saberes de una generación a otra para preservar y desarrollar la cultura existente; pero la educación también es y ha sido el proceso por medio del cual se cuestionan los valores, principios y modelos ideales de dicha cultura. La educación es un concepto contradictorio en cuanto que intenta conservar una realidad cultural al tiempo que promueve maneras de superarla. Muchas voces se decantan más en el primer aspecto de esto que decimos, que en el segundo. Pero les pregunto: ¿requerimos una educación para la preservación de lo que existe en nuestra realidad actual o por el contrario requerimos una educación para superar la realidad decadente en la que habitamos y por la que muchas personas son destinadas a la miseria y a la exclusión? La educación puede ser reproducción del orden vigente (de los prejuicios y violencia vigentes), pero también puede ser educación para la transformación de este orden con el fin de renovar nuestra cultura, es decir, para cambiar nuestras maneras de relacionarnos y de habitar el mundo. ¿Qué modelos ideales, valores e ideas pueden ayudarnos en esta última tarea? Esta es justo la tarea de la actividad filosófica que cada quien debe emprender: preguntar qué modelos ideales, valores e ideas son válidos para lograr el cambio y al "ser humano nuevo" (que es la meta última de la formación). Para entender mejor esta dimensión crítica del concepto de educación les recomiendo leer el libro del gran educador brasileño, Paulo Freire: La educación como práctica de la libertad (un libro para leer en el transcurso de su carrera).

Hay un aspecto descriptivo de "educación" que todos los pueblos de la tierra, desde que el ser humano es ser humano, comparten entre sí: la enseñanza (esto es lo formal); pero también existe el aspecto normativo (ideal) del concepto donde se justifican y diseñan los modelos que delimitan lo que ha de entenderse por "vida buena", "ser humano", "hombre", "mujer", "amor", "justicia", "libertad" y "felicidad", y que son los principios desde los cuales se derivan o deducen las maneras de educar propiamente dichas (en la escuela, en la familia y en el espacio social). La actividad filosófica, en tanto actividad crítico-teórica, cuestionará estos principios normativos para ver si son válidos o no (para esclarecer racionalmente los alcances y límites de estos principios normativos)  y por tanto si deben ser o no reemplazados por otros mejores. En este sentido, hay que afirmar que no hay esencia humana, por lo tanto, el ser humano siempre puede formarse nuevamente, siempre puede ser otro; o podemos decir que la esencia humana es la posibilidad de aprender a ser siempre de otra manera. Pero estas consideraciones sobre la “naturaleza” del ser humano es justo la tarea teórica que nos debemos imponer en este curso nuestro de Filosofía de la educación. Sin filosofía de la educación la práctica educativa o el quehacer pedagógico (como disciplina universitaria) pierden la perspectiva del horizonte fundamental de la cultura, la historia y la sociedad; se convierten en ciegas herramientas al servicio del poder en turno (de la ignorancia, la corrupción, la violencia  y el vicio). Ojalá que esta breve exposición les haya podido dar un poco más de claridad sobre lo que haremos.

Aclaremos un poco más. El concepto de "educación" tiene desde luego una dimensión práctica esencial; hay educación porque las personas se educan día a día en prácticas sociales concretas. Pero este concepto de "educación", en cuanto realidad práctica (que relaciona de una determinada forma a los miembros de una comunidad) contiene en sí mismo una dimensión ideal o axiológica que son el conjunto de principios, valores, modelos ideales, ideas que una práctica educativa su-pone (que están debajo como los fundamentos que orientan y enmarcan la práctica educativa en la historia). Y este "contenido" normativo del concepto de educación (que es siempre una realidad histórica) es lo que la filosofía va a cuestionar, a examinar, a analizar en cuanto a su validez, coherencia y pertinencia. No obstante, quien filosofa no debe ignorar todos los elementos que entran en una relación compleja en la realidad social (desde lo neuronal hasta lo colectivo); pero su intención primera y esencial no será técnica (para fabricar algo), instrumental (para usar algo), política (para generar consenso en comunidad), histórica (los hechos en el tiempo) o científica (de cómo es la materia y cuáles son sus cualidades) sino justamente filosófica (normativa). Veremos que el quehacer filosófico, que es fundamentalmente teórico, tiene sus propias disciplinas, tales como la ética, la filosofía política, la antropología filosófica, la ética, la lógica o la epistemología, pero todos estos campos teóricos del quehacer filosófico son parte del "contenido" normativo de una determinada realidad humana (tal como la educación, pero también de otras dimensiones o instituciones humanas como la religión o la cultura) en cuanto que analiza sus fines últimos o sus fundamentos ideales (aunque el tipo de pregunta pueda interesarse más en lo moral, con lo cual se hará ética; o podrá interesarse en qué es el conocimiento, con lo cual será epistemológica; o podrá fijarse en el aspecto normativo político de la práctica y será filosofía política). Pero todas estas preguntas o preocupaciones son filosóficas, esto es, son inquietudes que se interesan por la dimensión normativa (ideal) de una práctica social concreta en algún aspecto (moral, político, etcétera). Pero no es que haga un censo sobre qué valores tiene una juventud (lo que sería una actividad sociológica de medición), sino que partiendo de esos datos (que debe saberlos) va a analizar los valores morales de la juventud en cuanto a su validez, coherencia y pertinencia, con lo cual se estará haciendo no una prácticamente descriptiva sino una fundamentación crítica (ética, epistemológica, filosófico-política, estética, etcétera) de los modelos ideales existentes que están su-puestos en las prácticas sociales pero que la gente ya integró de manera "natural", inconsciente, cotidiana (sin actitud crítica).


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